lunes, 23 de abril de 2012

IRUN + GASTRONOMIA OS DESEA BUENA OPILLA Y FELIZ DIA DE SAN MARCOS

Malen, Arkaitz, Koldo, Iñaki, Óscar, Ángela, David, Xabier, Mari, Naiara, Félix..... IRUN + GASTRONOMIA os desea feliz opilla y buen día de San Marcos

DISFRUTA DE TU OPILLA EN
PASTELERIA BRASIL
Koldo Salinas
Paseo Colón, 62
20301 Irun
Teléfono 943.61.50.79
www.brasilirunen.com

El 25 de abril está señalado en el calendario irundarra. Y también en su vertiente gastronómica. Celebrar una tradición que gira en torno a una tarta especial, que tiene un significado peculiar y que mueve un sinfín de ilusiones, sobre todo entre peques y madrinas, la convierten en una fiesta entrañable.

Para aquéllos que nos leáis y desconozcáis esta festividad irunesa, y también de algunas localidades cercanas como Hondarribia y Errenteria, simplificar diciendo que las madrinas regalan a sus ahijados solteros esta tarta llamada opilla, que básicamente es un bizcocho especial que lleva unos huevos cocidos de colores sobre ella, tantos como años tenga el homenajeado. La modernidad y el desarrollo de nuestra sociedad les han ido colocando otros atributos, pero básicamente es esto. Y se disfruta, por lo general y si el tiempo acompaña, en zonas rurales, campos, montaña… algo así como un éxodo festivo de la ciudad a la zona rural para compartir entre niños, jóvenes y amigos una merienda a base de la opilla.

Pero si hablamos de dulces debemos volver la mirada a Koldo Salinas. Estos días son para él de mucha faena en su Pastelería Brasil del Paseo de Colón irundarra. Koldo nos explica que la opilla es un bizcocho genovés, técnicamente hablando. Esponjoso y que algunos lo hacen también almendrado.

Tradicionalmente, los huevos que se colocan sobre ella van pintado de un color rojo, rosáceo, fucsia; aunque hoy en día, y sobre todo en la Pastelería Brasil, templo del chocolate, los colocan también de múltiples colores y dejan de ser huevos cocidos a unos bocados de atractivo chocolate: negro, con leche y de múltiples colores.

Koldo Salinas nos explica también que la opilla lleva en sus bordes “grasa real”, una elaboración a base de azúcar glasé, claras de huevo y zumo de limón, que le confiere también su singularidad.

Pero, ¿de dónde viene esta tradición?

Si  retrocedemos al siglo XIX, existe constancia de que, desde tiempo inmemorial, se celebraban en Irun-Iranzu procesiones alternando los llamados "montes altos" y "montes bajos" entre los que se encontraba la desaparecida ermita de San Antón en el barrio de Olaberría.

Aquellas procesiones las componían representantes del clero junto con un grupo de paisanos armados que realizaban las salvas.

Esta tradición se mantuvo hasta la primera guerra carlista, siendo suplidas por otras en las que se bendecían los campos.

En todas ellas, a la hora del "amaiketako" la comitiva se detenía en alguno de los caseríos del recorrido en el que se ofrecía a los curas y autoridades un almuerzo "de tenedor", en tanto que los acompañantes debían conformarse con un panecillo con uno o dos huevos cocidos al horno.

Desaparecida también esta procesión, se mantuvo no obstante la costumbre de los panecillos -más tarde opillas- que se vendían, con más o menos huevos, en las panaderías locales.
Cuentan que en cierta ocasión, a una encopetada dama se le ocurrió sustituir el pan por bizcocho para regalárselo a su ahijada. La idea tuvo tan buena aceptación que se mantiene hasta nuestros días.

 Aquella primera opilla de bizcocho fue elaborada en el establecimiento de chocolates Elgorriaga con "maquinaria movida a mano", que por aquel entonces se encontraba en el número 28 de la calle Larrechipi.

En este mismo obrador tienen su origen los huevos tintados que adornan las actuales opillas.

La historia de estos huevos pintados es la siguiente:

Una de las más cuidadas especialidades de esta pastelería Elgorriaga eran las almendras garrapiñadas que se preparaban en un gran puchero de cobre. En cierta ocasión para eliminar los restos de azúcar que quedaban adheridos al recipiente, los artesanos lo llenaron de agua que pusieron a calentar. En aquel momento alguien tuvo la feliz ocurrencia de aprovechar el agua en ebullición para introducir en ella los huevos que tenían preparados para las opillas, comprobando con asombro que los huevos salieron de un precioso color rosado.

A partir de aquel momento y ante la gran aceptación popular que tuvo el "invento", lo industrializaron sustituyendo el primitivo colorante por otro artificial. Hasta hoy.

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